jueves, 29 de mayo de 2014

Nina simone


No es de usted de quien huyo
Usted es solo una excusa
Para escuchar a Nina Simone
Y beber brandy.

No, nunca ha sido usted.
Usted es solo una justificación
Para andar triste por la vida
Y que suene lógico
Hasta noble
Hasta dulce.

No, no es usted lo que me quema
Lo que me hace bailar sola.
Usted es solo una letra bonita
Usted es solo una pequeña tarde
De sol y frutas
Usted es un intervalo
Entre un miedo y otro
Usted es una visita sorpresa
Después de que se cayó un tenedor.


De usted solo queda el detalle de su barba
Muy poco para ser algo.
Las cartas de amor que pueda recibir
No son para usted
No debe contestar ninguna
Están mal rotuladas
Equivocadas
Con faltas de ortografía espantosas

No abra las cartas
Lancelas al rio
Son para los ahogados
Para los suicidas
Para que ellos se coman los beso.

Recuerde mi amargura
No se olvide que así soy
Como una línea negra que atraviesa la tarde
Y traigo lluvia los domingos
Y emborracho la ciudad

No se trata de su pelo
De su risa,
Se trata de los ahogados
Y su ausencia
Se trata de las marcas en la cuidad
De los baches en el recorrido

Recuerde que beso amargo
Que lloro por las mañanas
Y que no es usted quien me desvela
Sino el brandy
Y Nina
Olvídelo todo
Que yo estoy a punto de lloverme.


martes, 27 de mayo de 2014

Ver pasar la vida como una película


Estoy sentada frente a la ventana en ese lugar común de mirar hacia atrás, unas semanas, unos meses. Ese lugar donde se mira como espectador la propia vida, como una película que protagonizamos o no protagonizamos...la cosas es que estamos viejos; así me digo cuando sumo el tiempo pasado. Entonces abro la bolsa de pasitas con chocolate, otra ridiculez infantil.
¿Será que toda la vida miraremos así? ¿O es solo la desazón que aparece cuando las cosas cambian? ¿Cambiar? ¿Algo cambia realmente?¿O resulta que todo cambia y uno permanece inmóvil? Como dijo Teillier “Si el mismo camino que sube es el que baja lo mejor es mirarlo inmóvil desde una ventana”
o será que cuando estamos viviendo, viviendo de verdad, no esperando, evaluando sino viviendo no tenemos ventana suficiente para ver pasar las cosas...
Mirar la vida que pasó como una película es como una queja contra la nada, que ejercicio mas absurdo. Es el anzuelo justo para la nostalgia y la melancolía, ese aderezo que le ponemos al sentido de existir. Ese juego infantil que es como recoger las conchitas que tiró la ola, para hacer collares, pequeños monumentos del pasado, esa constatación de que realmente pasó...que hubo tiempos mejores.

Sin embargo sonreímos, sonrío, ante el accidente de lo que se recuerda, cuando el pensamiento da una curva inesperada y nos pone frente a las cosas que alegran y se meten ahí a espantar las imágenes que traemos por la obligación de la tristeza.

Lo cierto es que no podemos detener el rodaje, la película sigue mientras pretendemos observarla.

viernes, 16 de mayo de 2014

Juguemos a que vivimos




Cerré los ojos, para que ya se fuera el día, espanté de la cabeza un montón de pensamientos e imágenes que no me dejaban diluirlo, que no dejaban que la noche trajera el alivio que trae el sueño.
Llegué entonces al lugar privilegiado de la nostalgia: la infancia con su color de sol y los juegos, ¡sobre todo los juegos!
Esas horas en que me probaba a mi misma, horas largas en que me encerraba en el closet para ver cuanto tiempo podía resistir en la oscuridad, o cuando camina entre los techos que unían las casas y saltaba de vuelta a la tierra mientras me repetía en la cabeza “si puedo”. Como aquella vez que salté de un lado al otro de la piscina, con la misma máxima en la cabeza, y me rompí el mentón ante la vista de todos los niños de la cuadra.
Siempre temía llegar a mi casa lastimada, pero no lastimarme, eso no me importaba demasiado, me importaba llegar mas lejos en las hazañas infantiles, sobre todo porque era niña y quería ser igual de valiente que Ellos.

Cuando era niña no dudaba de nada de lo que quería, esa sensación de poder llegar donde quisiera, hacer lo que quisiera. Eso es para mi la libertad.
En un cuaderno anaranjado, de 500 hojas, escribía todas las noches. Cuentos sobre payasos, sobre elefantes y algunos garabatos a los que llamaba “poesía”. En ese momento pensaba que si quería ser escritora tenía mucho tiempo. El plan era escribir todos los días, sin falta, de manera que cuando fuera grande me habría convertido en una escritora de verdad, naturalmente, porque pensaba que la constancia me pondría en el lugar donde quería estar. Después probé con la pintura al oleo. Mi madre me llevaba a la casa de una señora, los jueves en la tarde a tomar clases. Yo tenía 11 años y pinté hasta los 18. Me di cuenta entonces que solo bastaba disfrutarlo, que no era demasiado buena, pero que pintar hacía que todo lo que me inquietaba en la adolescencia se suavizara. Después vino la fotografía, la guitarra, el acordeón y finalmente el teatro, donde quise quedarme como quien encuentra donde está su casa.

Cuando pienso en jugar llego hasta ahí. Después vino la vida, con su gravedad, con su constante validación, como si hubiese que justificar cada paso que se da, sin poder lanzarse al vacío solo porque uno puede. Y que ya no hay tiempo, que estamos en riesgo de perder lo poco que acumulamos. Yo quisiera ponerme a jugar con ésta realidad mía y ver cuanto tiempo puedo resistir fuera de ella. Pero a eso lo llaman locura y se remedia con esas citas al psiquiatra que tanto dinero nos cuestan. Por eso me voy al teatro, por eso escribo estas hojas que son un salvavidas o un pasaje de regreso a ese país de sol, donde por un instante puedo sentir el viento frío de Santiago, y el olor de la comida que cocinaba mi papá y los llantos de mi hermana. Y hoy quiero quedarme ahí, subirme al techo, cerrar los ojos, y dejarme caer pensando que “si puedo”.

No dejaré que me quiten el juego, si a eso vine a la vida.
No me crean nada, no me tomen en serio porque yo no hago nada mas que jugar...