Tres o cinco no era buena idea, cuestionabas los impares como si fueran anomalías numéricas que deformaban la realidad, y ella tenía algo hermoso cuando contaba tres o cinco, cuando metía los panes calientes en la bolsa del mercado, cuando compraba duraznos en la tiendecita del pueblo mientras tú te atabas el pelo para ponerla de mal humor…comían impares, contaban las monedas, impares también, para hacer las apuestas de las 10 de la noche mientras tomaban un litro y medio de vino y hablaban de las diferencias entre gatos y perros.
Hubo una vez en que vieron volar las gaviotas y los pelicanos desde el puerto y también se bañaron en el mar del pacifico, uno a la vez, impares por decisión y risa.
Hubo otra ocasión en que se aburrieron y después se besaron para no asumir que eso pasa..aunque ella seguía teniendo algo hermoso, sobre todo en la manera en que arreglaba su pelo después de que el viento hacia remolinos y el se metía entre las rocas del mar para asustarla…hubo una ocasión en que ella le grito que volviera porque tenía miedo que el mar se lo llevara, como se lleva a veces las pequeñas maderas que flotan en la orilla, como se lleva los juguetes con que los niños construyen ridículos castillos de arena. Y hubo tantas veces que no dijeron nada, aunque en el pescuezo se atoraba un “no me olvides”, y ella seguía teniendo algo hermoso cuando se le cristalizaba la mirada, como si la saliva de las palabras no dichas se le fuera hasta los ojos, porque las contenía como el puerto contiene las barquitas que quieren huir mar a dentro a buscar tesoros. Y hubo otra vez que se despidieron sin despedirse y se quedaron impares, uno y uno, separados rotundamente por el rigor de la distancia, y ella ya no tenía algo hermoso, solo un rostro que huía mar a dentro a buscar el par que correspondiera a sus ojos…y hubo estaciones y ferrocarriles, aviones y puertos…y ella miro el mar pidiendo el “no me olvides” y el no se dio vuelta para mirar atrás, y ella no pudo comprar sus panes de tres o cinco, y los perros se igualaron a los gatos, y el pacifico cantó su despedida y ella volvió a ser el UNO indivisible…y se quejaron las barquitas y los cerros, y se volvió recuerdo lo que se llamó alegría…y ella ya no tenía algo hermoso, era solo una nube que ese día no nos dejo ver el atardecer en el pacifico.
tal vez tenga razón el bueno del joaco en eso de que dos no es igual a uno más uno, no sé, pero lo que sí es seguro es que hay pocas cosas más tristes que un pañuelo de estación.
ResponderEliminarni hablar, otra vez sucede.
abrazo y aguante. nos vemos prontico
busco tus ojos donde abunda la sal y la noche,
ResponderEliminaraun sin haber escuchado tu voz; te busco donde nunca has estado...mexico city