Preguntabas por qué me iba…
Que adonde había estado.
Yo quería decirte que andaba en la comodidad de todas las cosas
En el olor a pan de la infancia,
En los rodeos de toros y caballos,
O buscando los restos de un naufragio
Allí donde hallé la pechera que protegió al capitán de la vara oscura
Me encontré con cuchillos dispuestos a atravesar su sombra de fantasma marino,
Allí donde hallé el tesoro de cuatro perlas fisuradas
Que colgaron del cuello de la princesa,
Hallé también mi propia asfixia
el destrone de mi sonrisa.
y habiéndome perdido tanto tiempo
en la aventura de la carcajada,
en la ilusión del abrazo,
Donde no volví a verme entera y certera,
Sino hermosa y constituida
Redonda, finita, terminada
Tan ritualmente esculpida,
No pude oir cuando caia sobre mis brazos
La ira incontenida de las endebles vigas
Que lograron mutilar con precisión
Los brazos que se proyectaban a la superficie.
-no se deja de ser hondo-
No se deja fácilmente lo profundo,
Se vuelve a ahogar la cabeza bajo las olas
Tan lejos de la costa que asegura el salvamento.
No se puede mas ser sirena
Sin ser antes y después mutilada por el deseo,
Sin ser agredida por los borrachos de la taberna,
Sin ser meada de vino y de calumnias.
Saco la cabeza del mar medio segundo
Puedo ver la costa y su verdor
Pero una bala vieja que me ha comido la carne de la ternura
Me empuja de una vez por todas
Hasta el fondo profundo
Del mar en donde habito.
ea, bienvenida de vuelta y salud por la aventura de la carcajada.
ResponderEliminarbesos
ea, bonito poema
ResponderEliminarla orilla, el verdor... espejismo que nos abruma de salvación o redención, la bala recuerda que ahí en el fondo, es donde vivimos, donde se carece de creencia alguna, de suspiros trascendentales, ahí donde la única forma de sobrevivir es no creer para no morir...
ResponderEliminarque continúe la fiesta...