domingo, 20 de junio de 2010

Canto de la buena fortuna

Que poca imaginación tengo,


Lo entiendo todo de la exacta manera en que me lo dicen:

Cuando me dijiste que te siguiera,

Que estuviera contigo

Ahí me tenias, barriéndote la sombra

Sorbiéndome tus mocos

Desvelándo todos tus insomnios.



Y tanto te seguí lejos de casa

Y hasta te cargué las maletas sin que lo notaras

Y ahí me tienes esta noche a los pies de tu cama

En total familiaridad con tu alegría

Tapándote los pies que te destapa esa chica

Y manteniendo a raya los fantasmas

Que siempre quieren darte pesadillas.



Mas cuando llega la hora de retirarse

Para dejar de hacerse el loco

       -Porque de tanto olvido no vengo siendo nada-

No queda sino un objeto entre las manos

Alguna cosa a la que llamo cosa

Para poder enterrarle las uñas…

Buscando sangre en lo que no sangra...



Será una camisa quizá

Húmeda y añeja tal vez

Para prender una hoguera de resentimiento,

De dolor quizá,

De ironía tal vez

Y entonces dar la espalda al camastro

Llevarse encima las pesadillas

Y Recorrer todos los insomnios

Y Ponerse en la espalda todas las maletas

Y Tragarse de amargo todos los abrazos

Y devolver de regalo todas las promesas.



Pero También me llevo de vergüenza y

Apretado ente los dientes un deseo enraizado

De que te alcance la desgracia durante todas mis horas,

De que te muerdan los monstruos el corazón de carbón

Que no te alcancen las manos para hacerte de futuro.



Es que tengo poca imaginación

Para procurarte el peor escenario

Para lanzarte hechicerosas maldiciones;

¡Ni siquiera supe odiarte con toda mi ternura¡

Así que mejor bajo la espada y

Me trago de amargo todo lo vivido

Y le doy la bienvenida a todos tus fantasmas

Que velen esta noche el sueño que no duermo

Y te dejen ser feliz de una vez y para siempre.

1 comentario:

  1. ahí cuando se levantaba la estocada final, el puñal atravesando rumores y olores de piel maldita, envainaste y te alejaste sonriente… sebastiana, ahora concilias la violencia que provoca la letra lanzada al vacío con el dolor de la letra corregida del recuerdo, en el futuro que no le pertenece al texto… no conocía tu faceta conciliadora.

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