Quise creer
Que las teclas de tu piano
Fueron una vez un elefante,
-Era para llorar-
Los cuernos arrancados
Y el enorme cuerpo muerto repentinamente
Por una bala certera
O una bala estúpida.
Pero después cantaron tus dedos
Tus manos plurales
Bailarinas
Como un ejército de paquidermos
Sacudiendo el agua.
Cincuenta trompadas se reunían en las notas
Y tus manos plurales dando sentido a ese canto
Y mi oreja convertida en la enorme vela de un barco
Que zigzagueaba triunfante descubriendo una nueva tierra,
Y mis piernitas temblando entre los sostenidos
Y mi cabeza de niña tonta que volaba
Justo del FA al Do
Directo a la tierra que compartimos
Al tiempo que nos encuentra
Y que nos atraviesa como un cuerno que se defiende
Para darnos muerte certera
O estúpida
Para hacernos instrumento
De canción
O presagio de desventura.
... he leído cosas mejores de tus dedos, en esas teclas que no son de piano, pero que pretende llevarnos música en estas letras. Hay algunas cosas de los paquidermos que me intrigan, ¿sabrán que buscamos sus cementerios? ¿sabrás que a veces los vemos rosados? ¿sabrán que no podemos escuchar sus pasos a la distancia, esas advertencias de historias que no conocemos? ¿sabrán que existe algo así como babar, el elefante civilizado?
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